Historia

Las Salas de Naciones

Oscar D. Montaño

Hacia 1880, aunque había varias danzas y toques heredados de determinadas naciones africanas, prácticamente no quedaban muchos africanos. Pero varias Salas de Nación, integradas por los descendientes de aquellos africanos, lograron sobrevivir hasta entrado el siglo XX con prácticas rituales tradicionales.

En cada Sala tenía lugar el culto a las entidades religiosas que habían logrado mantener vivas a pesar de tanta represión; en algunos casos reprodujeron imágenes, realizadas por "crudos" artistas, como apunta Marcelino Bottaro(1). Uno de los cultos más interesantes es el dedicado a San Benito o a San Baltasar, considerados como patronos en muchas de estas Salas de Nación. En la época colonial, las conmemoraciones de San Baltasar (que tenían lugar cada 6 de enero), lucían toda la pompa que era posible, por lo que es presumible que se tratase de la evocación de una deidad altamente significativa dentro del santuario africano.

Velorio- Ruben Galloza
Velorio
Ruben Galloza

Cada Sala de Nación se regía por estrictas normativas. Contaban con rey, reina, príncipe y otras autoridades y todos acompañaban a los tambores y demás instrumentos con palmas y cantos.

Agustín Beraza relata que se “bailaban tangos, chinchiría, chindá, tam tam, hasta la puesta del sol, en medio de las libaciones que acentuaban aún más, el bullicio propio de la fiesta. Los “tíos” lucían casacas, levitas, corbatines, bicornios o galeras altas y las negras sus vestidos, blondas, cinturones, collares, sombrillas, etcétera, de un abigarrado colorido.
Cada sala tenía su trono, adornada con dosel y cortinajes, con un altar consagrado a San Antonio o a San Baltasar. A la puerta se situaba el platillo que recibía las ofrendas de los asistentes, bajo la custodia del “capitán, guardián de la puerta y de la colecta”. En los tronos aparecían sentados con grave actitud los Reyes, con sus charreteras en los hombros, las casacas galoneadas, pantalón blanco y faja negra y a su lado las Reinas, que unía a su rango, el prestigio de ser la mejor pastelera de Montevideo, rodeados todos por las princesas y camareras que atendían el ceremonial.
Terminada la ceremonia, se dirigían en corporación y por naciones, a la residencia de las autoridades. Luego de 1830, a la del Presidente de la República, quien los recibía rodeado de sus Edecanes. También visitaban a los Ministros, al Vicario y Jefes Militares.
Otras danzas eran la bámbula, la chica, el candombe y la samba, sin duda las primeras bailadas en Montevideo.”(2)

Notas

(1) MARCELINO BOTTARO: “Rituals and Candombes”, artículo publicado en la antología de Nancy Cunard “Negro”, pp. 519 a 522, Londres, 1934.
(2) AGUSTÍN BERAZA. Amos y Esclavos. Enciclopedia Uruguaya Nº 9, Montevideo, 1968, p.167

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